Bahia Tortugas: Un gran lugar para estar varado
Septiembre 16-17, 2014 ($703 mxn)
Bahía Tortugas
Hallar un buen lugar donde comer en un pueblo desconocido no siempre es sencillo. Llegamos temprano a Bahía Tortugas, un pequeño y humilde pueblo con avenidas angostas, en su mayoría sin pavimentar, donde la vida parece pasar de manera muy lenta, y donde casi todos se conocen unos a otros. Conducimos alrededor, sin ninguna dirección en particular, buscando donde comer, y entonces vi a María, quien me pregunto, con un Ingles muy limitado, “¿Quieren comer? Síganme.” Esta mujer leyó mi mente y ahora nos guiaba caminando a un restaurante cercano mientras nosotros la seguimos despacio en las motocicletas. “¿Es buena idea seguir a esta persona desconocida?” Es una pregunta que parece siempre olvido hacerme a mí mismo.
La seguimos y, a la vuelta de la esquina, inmediatamente junto a la bahía, había una pequeña casa que parecía haber tenido mejores años; la pintura en sus paredes estaba cayéndose, había escombros por doquier, y algunas partes de la casa no estaban terminadas, o estaban derruidas. Esta era la casa de María, y nos invitaba a comer ahí. “¿Es buena idea comer en la casa de esta persona desconocida?” María era una mujer baja de estatura, de unos cincuenta y tantos años, quien amablemente nos dio la bienvenida al pueblo y nos ofreció un lugar donde almorzar una excelente comida casera. Tenía buena vibra. Sabes cómo hay ocasiones que tienes un mal presentimiento, como una advertencia diciendo que no deberías de conducir de noche en Nicaragua o quedarte en la casa de un hombre extraño en Belice, bien, pues eso no pasó aquí con María.
Durante el desayuno, María nos comentó que su casa solía ser un restaurante antes de que se quemara de manera misteriosa hace unos meses, he ahi la explicación de la fachada exterior. Definitivamente tenía la mejor ubicación de todo el pueblo, justo a la orilla de la bahía y un patio con vista al muelle, al resto de la bahía y un inquietante cielo repleto de nubes grises en la distancia. No estoy seguro como sucedió, pero entre una conversación y otra, se decidió que nos hospedariamos en la sala/cocina de María por uno o dos días. Habíamos asegurado un gran lugar donde quedarnos, con una persona genuinamente amable, excelente cocinera, y también un lugar seguro para las motocicletas. Le advertimos a María que nos hacía falta una ducha, a lo que ella se carcajeo y se fue a preparar el baño. Para cuando regresó, ya nos habíamos puesto shorts y nos bañábamos con cubetas que habíamos llenado de agua con la manguera del patio. A pesar de usar agua y jabón, aún conservaba un olor interesante, por decirlo así; quizá necesitaba acortar la frecuencia de mis duchas.
El horizonte no auguraba un clima tranquilo para los siguientes días. Por medio de la radio o de los vecinos, nos enterábamos de como el huracán Odile había golpeado la parte sureña de la península, incluso como el daño había llegado a lugares como La Paz y Mulege, que se encontraban más tierra adentro. Esto no solo era preocupante por la situación difícil que vivían los poblados afectados, si no tambien por que nosotros nos dirigíamos en esa dirección. ¿Cómo afectaría nuestros planes, ruta, y seguridad el huracán Odile?
Hay una temporada cada año en la cual los residentes de Bahía Tortugas están más ocupados en el trabajo. Ese tiempo es la temporada de langosta, que comenzó el día en que arribamos al pueblo. Sin embargo, ningún bote salió al mar ese día debido a la amenaza de Odile. Así como ninguna embarcación dejo la costa ese día o el siguiente, decidimos que lo mejor para nosotros sería también permanecer en el pueblo. Es así como, por los siguientes dos días, bebimos cerveza, nos alimentamos de deliciosa comida hecha en casa, nadamos y nos lanzamos desde el muelle, y jugamos cartas en el patio con la vista a la bahía, esperando que pasara el mal clima. ¡Que gran lugar donde estar varado!