Malarrimo: Licor para el desayuno
Septiembre 14, 2014 ($252 mxn)
Malarrimo (50 km)
¿Licor para el desayuno? Generalmente no, pero si es una botella de licor encontrada en Malarrimo ¡cuenten conmigo para un trago de victoria! Como la mayoría de los días acampando, desperté con el sol, era temprano y la playa de Malarrimo, con los innumerables artículos de carga perdida que prometía, estaban cerca. Como si eso no fuera razón suficiente para empezar el día con anticipación, salir de este callejón sin salida lleno de escombros donde nos vimos obligados a acampar la noche anterior también era motivante. En lugar de seguir buscando este oculto y elusivo camino de tierra que nos llevaría al norte directamente a Malarrimo, tomaríamos la ruta más larga, pero segura: conducir a Bahía Tortugas, desayunar de manera saludable, y dirigirnos al norte desde ahí, a través de la claramente existente y definida carretera que indica el mapa, y buscar esta maravilla de playa a lo largo de la costa. Entonces, quizá un trago de licor para el almuerzo.
No hubo mucha exploración en el pueblo. Bahía Tortugas era solo de paso, para comer tacos de birria, de los saludables, y llenar combustible; la exploración de este pueblo seria para después, posiblemente con calzado nuevo y cómodo hallado en Malarrimo y no estas botas rígidas. Con el hambre satisfecha y el tanque lleno de gasolina, nos dirigimos al norte hasta llegar a la costa y la seguiríamos hacia el este, en busca de la misteriosa playa. Una playa con la descripción que teníamos no debería ser difícil de hallar, es la que tenga todos los artículos esparcidos por la arena. En la costa, donde comenzamos hacia el este, el camino de tierra no recibía mantenimiento frecuentemente, pero lo seguiríamos descartando playa por playa hasta que la indicada se hiciera presente.
Después de 45 minutos de conducir y no ver nada ni nadie, salvo lomas a la derecha y acantilados hacia la playa a la izquierda, algo peculiar apareció. Era una pequeña casa, alzada un metro por encima del suelo, con solo cuatro paredes y suficiente espacio para quizá alojar dos camas. Era raro ver la casita, a la orilla de un acantilado supervisando la grande Bahía de Vizcaíno, en medio de la nada con nada alrededor excepto el océano y mucha, mucha arena. Por más curiosidad que me causó esta casita, Tom y Dominic iban adelante y no quería perderme de los tesoros que nos esperaban adelante.
La escena cambio poco después de la casita alzada. Se volvió extremadamente arenoso; imagina el océano, acantilados, y unas dunas de arena hasta donde alcance la vista. Poco a poco, el camino en el que conducíamos se hacía difícil de leer, como si ya no hubiese más camino. Supongo que no muchas personas llegan a este punto, y las huellas de aquellos pocos son rápidamente cubiertas por el sinfín de arena alrededor. Una loma particularmente grande puso a prueba mis pobres habilidades para manejar, y se burló de mí. Tanto, que mejor decidí rodear la loma y buscar un camino más sencillo. Días después caería en cuenta que debí reducir la presión de aire en las llantas para mejorar la tracción en ese terreno suelto. Se supone que eso ayudaría, pero siempre ignoro este tipo de diferencias. En esa misma loma, Tom tuvo dificultades cerca de la cima y requirió de ayuda para llevar su motocicleta a un sitio plano y seguro. Durante esa maniobra, Tom aprendió que sus pantalones Klim, de alta tecnología, muy bien ventilados, y repelentes al agua, no eran resistentes a tubos de escape. El mofle de su motocicleta quemó la capa exterior de sus pantalones, dejándolo a él sin herida alguna, pero una interesante historia que contar.
Haz click aqui para ver un video de Tom subiendo dicha loma. Video por Hobo Moto.
Los tesoros de Malarrimo no venían baratos. “Si llegar a ellos fuera sencillo, entonces probablemente ya no habría nada que encontrar, dije para convencerme de seguir adelante. La arena se tornó tan abundante que uno necesitaría de llantas con aletas para conducir en estas condiciones. Con las llantas que tenía, la motocicleta comenzaba a hundirse en la arena. Dominic necesitaba bajar de su motocicleta y empujarla para salir de una zanja en la que su llanta se había enterrado, lo cual no es una tarea sencilla. Desafortunadamente, no podía ayudarle, dado que mi moto se hundiría también si intentaba pararla en su pata; el peso del equipaje que llevábamos tampoco estaba ayudando.
Había arena por doquier, no solo en cada dirección que miraba, sino que también dentro de mi camisa y, lo cual era peor aún, dentro de mis pantalones, casco, boca, y nariz. El sol estaba directamente encima, me sentía miserable y, así como mi motocicleta hundiéndose en la arena, sentí como el sueño de llegar a Malarrimo se hundía también. Habíamos conducido por horas. Para este punto, ya habíamos pasado el sitio por donde intentamos arribar la noche anterior, mas sin embargo no había señales de botellas de whiskey, ni tenis Adidas, ¡o madera suficiente para una fogata pequeña! Aun si pudiéramos ver esta playa elusiva, ¡estaría al fondo de un acantilado del cual no podemos bajar! Si en realidad existía, no íbamos a llegar a Malarrimo. Quizá una simple cerveza y quitarme estar botas rígidas sería suficiente recompensa después de un arduo día tan decepcionante.
En silencio, y con el espíritu hecho trizas, regresamos de vuelta por el camino que venimos. Eventualmente, llegamos de nuevo a la casita alzada y nos detuvimos para indagar acerca del área. La casita también tenía un poco de sombra, que era más de lo que podía pedir en ese momento. Resulta ser que la casita es en realidad una estación de vigilancia, es por eso que esta alzada por encima del suelo y tan cerca a la orilla del acantilado. Conversando con los dos muchachos que había ahí, descubrimos que cada semana se rotan de dos personas en dos personas para hacer vigilancia y asegurar que nadie saque langosta de la bahía sin autorización. De lo que logre entender, la pesca de langosta le pertenece exclusivamente a la cooperativa del pueblo, compuesta principalmente por la mayoría de las familias de Bahía Tortugas. La temporada de langosta, que comienza entre septiembre y octubre, es la principal fuente de ingresos de este pueblo, así como de muchos otros en la península de Baja California.
Continuamos la retirada y decidimos acampar en algún lugar entre la casita y el camino de vuelta a Bahía Tortugas, un sitio con acceso a la playa y que no fuera todo acantilados. Me quite mi chamarra y casco sofocantes, seguido de mis botas llenas de arena, intercambié mis pantalones por unos shorts y lavé la decepción con un chapuzón en el mar. Durante la cena, en grupo platicamos el fraude que resultó ser Malarrimo. Supongo que desarrollé altas expectativas desde el momento en que Dominic mencionó lo que había escuchado acerca de esta playa. En mi mente, era algo seguro, pero aquella conversación entre Dominic y su informante fácilmente pudo haber sido algo como: “Escuché que hay una playa que lleva el nombre de Malarrimo donde llegan artículos perdidos en el mar, no tengo argumentos para justificar esa declaración, pero podrían intentarlo.” Ni siquiera realicé mi propia investigación para generar expectativas realistas, ni mucho menos me detuve a pensar que si esta playa si tenía todos aquellos objetos que imaginé con anticipación, otras personas ya habrían llegado a ellos consistentemente como para que no hubiese más que encontrar. Si. Eso debe ser. La playa del tesoro si existe. Con botellas de José Cuervo y tenis esparcidos a lo largo de la playa, simplemente llegamos un poco tarde. Eso es lo que pasó.
Aqui hay un articulo en la revista Smithsonian acerca de la playa de Malarrimo para mas informacion deprimente de las maravillas que nos perdimos.
(Foto de portada: Hobo Moto)