Malarrimo: Whiskey, calzado, y fogatas!
Septiembre 13, 2014 ($851mxn)
Camino a Bahía Tortugas (275km)
“¡Media palapa, medio precio!” Le propuse al señor que vivía en el restaurante mientras nos preparábamos para salir de San Francisquito esa mañana. Técnicamente, acampamos en la playa y, tengo entendido que las playas en México son públicas. Se convierte en una situación engañosa cuando grandes hoteles en ciudades populares de México bloquean el acceso a la playa al construir un hotel inmediatamente contiguo a otro, haciendo difícil el acceso a la playa para el público en general. Sin embargo, siempre hay individuos persistentes que, de una manera u otra, consiguen acceder a esas playas, pero esa es una historia para después.
Salimos de San Francisquito con la propuesta que le planteé al señor y nos dirigimos al suroeste en un camino de tierra que nos llevaría a la carretera principal que corre a lo largo de la península. Sin saber que habíamos cruzado la frontera interestatal, ahora estábamos en Baja California Sur, cerca de Guerrero Negro, una pequeña ciudad que almacena una mina de sal. Nos detuvimos en Guerrero Negro para llenar los tanques de combustible, comer deliciosos tacos de pescado, y relajarnos en un café, aprovechando el internet para comunicarnos con la familia.
Nuestro siguiente destino era Bahía Tortugas, que se encuentra en la punta más allegada al oeste de la Reserva de Vizcaíno. Preguntamos a los nativos de Guerrero Negro si podíamos atravesar el Ojo de Liebre, que es donde opera la mina de sal, y así reducir el tiempo y kilómetros, sin mencionar que parecía ser la opción más aventurera. En repetidas ocasiones nos sugirieron no atravesar la mina de sal, y mejor conducir al sur hacia el siguiente poblado y después girar hacia el oeste hacia Bahía de Tortugas. Esta ruta sugerida añadía horas y kilómetros al trayecto, y carecía de emoción. ¿Estábamos a punto de permitir que unas cuantas personas nos dijeran “no” y seguir el camino? Esta era una experiencia única en la vida ¿y simplemente íbamos a rodearla? Definitivamente la rodeamos, como nos fue sugerido. Pensándolo ahora, quizá no hubiese sido saludable para las motocicletas conducir por campos llenos de sal corrosiva. Conducimos como nos indicaron, adentrándonos más en la Reserva de Vizcaíno, y eventualmente giramos hacia el oeste, rumbo a Bahía Tortugas.
Cuando aún estábamos en casa, en San Diego, por medio de otro entusiasta de la motoaventura, Dominic había aprendido acerca de una Tierra Prometida, un lugar donde uno encontraría botellas de licor y zapatos deportivos a diestra y siniestra, esparcidos en la playa, entre otros artículos como suficiente madera para encender una enorme fogata de ritual. Aparentemente, por la forma en que fluyen las corrientes oceánicas y la delineación física de la península, las cargas perdidas por los buques en el Pacifico, caerían en esta playa, llamada Malarrimo ubicada en la Bahía de San Sebastián Vizcaíno. Ya que Malarrimo estaba justo antes de Bahía Tortugas, pensamos detenernos ahí, abastecernos en licor, calzado, y cualquier otra cosa que encontraramos. Parecía una aventura atractiva.
La ruta al oeste, delineando el perímetro de la mina de sal de Ojo de Liebre, era una recta de pavimento. Perpendicular a ella, los vientos provenientes del norte, comenzaban a soplar con mayor fuerza. Tanto que la espuma de sal, llevada por el mismo viento, cruzaba la carretera como arbustos secos en una película vieja de vaqueros. Nunca antes había visto espuma de sal a pesar de que en San Diego existe una fábrica de sal que no muchas personas conocen.
El camino recto de esta carretera pronto cambiaria; el horizonte frente a nosotros me lo decía. El camino parecía llevar a montañas pintorescas, como las que uno ve en caricaturas con un pico después de otro, o las montañas que un niño de cinco años dibujaría en la escuela. El agonizante sol, perforado por los picos de estas montañas, pintando el cielo de tonos rojos y naranjas, amplifico la belleza de la escena y la inmortalizó por siempre en mi memoria.
Para cuando arribamos a las montañas, el sol ya se había puesto detrás de ellas, y conducíamos en un entorno semi-obscurecido en la carretera que ya no era recta como antes, ahora tenía curvas. Aun había una distancia significante entre nosotros y la playa Malarrimo, donde sea que estuviera. Buscábamos un camino de tierra, quizá un rio seco, que nos llevara al norte hacia la playa. No teníamos una localidad exacta de esta playa, solo una dirección general, lo cual hacia más difícil su llegada. Recuerdo orillarme en el carril de emergencia inexistente de esta carretera para ver mi mapa y encontrar un posible camino, era tarde y ya no había otros vehículos aparte de nosotros. Sentado allí, a lado del camino con la motocicleta apagada, vislumbré la cordillera rocosa de montañas en la que estaba, la vegetación del desierto, y escuche el silencio de la noche ligeramente helada. Las noches en el desierto siempre han tenido un aura mágica para mí.
Mientras observábamos nuestros mapas, consideramos la posibilidad de que nos pasamos el camino de tierra que buscábamos. Retrocedimos de manera lenta para no perderlo de nuevo. Eventualmente, encontramos una opción y nos adentramos por el camino de un rio seco. Estaba oscuro y había escombros en el camino. Dominic hacia buen uso de la luz con la que modifico su motocicleta y no tenía problemas para iluminar su camino. La luz de Tom se defendía, era la misma que yo había conseguido para mi motocicleta, y era ligeramente mejor que la luz regular. Sin embargo, para que me fuera útil, el bulbo debía estar instalado en la motocicleta; salí con prisa de casa al comienzo de este viaje que no tuve el tiempo de instalar el bulbo y ahora se encontraba en una de mis alforjas. Después de batallar con este camino, instalarlo sería una de mis prioridades.
Después de quitar el alambre de púas que se atoró en mi disco de frenos, finalmente alcance a Tom y Dominic quienes habían llegado a un callejón sin salida en un pequeño cañón. Cuando caí en cuenta que ya no podíamos avanzar más por este camino, baje mis expectativas para esa noche de botellas de licor, calzado deportivo, y fogatas increíbles, a una pequeña área en el suelo, libre de escombros, suficiente para que quepa mi tienda de acampar. El momento triunfante cuando lleguemos a Malarrimo tendría que esperar para el siguiente día.