La Navidad del Sr. Red

Algunos creen que pasar las fiestas Decembrinas trabajando en el hospital puede ser molesto. Bien, pues pasar las fiestas Decembrinas como paciente en un hospital 2,000 millas lejos de casa es peor. Durante la temporada navideña del 2016 conocí al Sr. Red. Él era uno de mis pacientes, en el cuarto 423, en la unidad de oncología donde trabajo como enfermero. El Sr. Red y su esposa, quien siempre se mantenía a su lado, visitaban San Diego desde el estado de Iowa, cuando el Sr. Red enfermó y tuvo que ir a Emergencias. Fue hospitalizado con un caso de pancreatitis, un problema recurrente para él desde que lo diagnosticaron con cáncer del páncreas hace tiempo.

El Sr. Red era un hombre con una personalidad difícil de discernir. No sabía cuándo estaba siendo serio y cuando bromeaba. Su cabello blanco y sus lentes, junto con su rostro que carecía de expresión la mayor parte del tiempo, ayudaban a esconder sus pensamientos. En el hospital, alentamos a los pacientes a salir de cama y caminar por los pasillos si les es posible. “Vamos a salir. ¿Dónde me registro cuando regresemos de la playa?” Me pregunto el Sr. Red, con su típica cara seria. Gire hacia su esposa en busca de una pequeña risa que indicara la broma, pero ella también llevaba la misma seriedad en su rostro. Eventualmente, mi expresión perpleja, volteando a la Sra. Red y de regreso a su esposo, aun intentando de descifrar el mensaje les hizo saber que no tenía ninguna respuesta. La Sra. Red fue la primera en quebrar el silencio con una risa conservadora, disculpando a su esposo al decir: “Aun mantiene su buen humor”. Imagina si no lo tuviera, me dije a mi mismo. Este humor del Sr. Red, enmascarado tras una actitud taciturna, una falta de sonrisa, y un tono de voz áspero, se me hacía difícil de seguir, pero no para su esposa quien siempre era partícipe de sus bromas. Es admirable como, a pesar de su diagnóstico y estar hospitalizado tan lejos de casa durante las festividades, el Sr Red aún tiene el espíritu para ocasionalmente bromear.

Aunque la personalidad de Sr. Red, inicialmente, no invita a tener conversaciones de mayor trascendencia, terminamos por conectar sorprendentemente rápido. Durante el tiempo que cuide de él, entablamos conversación tras conversación, más allá del típico “¿De dónde es?” y “¿A que se dedica?” El tiempo que yo pasaba en su cuarto se extendía mas allá de lo que necesitaba para completar mis tareas. Simplemente me hallaba sentado allí, hablando con la persona, no el paciente, que era el Sr. Red. Hablamos acerca de mascotas, le mostré fotografías de mis perros, hablamos acerca de viajar, de cómo el Sr. Y la Sra. Red se conocieron, sus experiencias como profesor de Literatura, y otros tantos temas a través de los cuales formamos un vínculo superior a la relación sencilla de enfermero-paciente.

Al día siguiente, tuve el privilegio de volver a cuidar del Sr. Red y se presentó una situación incómoda. Al Sr. Red le hacían cierto examen o procedimiento un día, y cuestionaba porque no se practicaba el siguiente examen o procedimiento tan pronto como los resultados del primero estuvieran disponibles. Incluso, considero salir del hospital en alta voluntaria, regresar a casa, y continuar su tratamiento allá. Mientras discutía esto con su médico, su doctor le explico que si existen hospitales que funcionan de tal manera, pero son “hospitales con mayores recursos”.  No sabía que pensar acerca del comentario del doctor. Es decir, tengo experiencia limitada como enfermero, y únicamente he trabajado en este hospital, así que no estoy seguro que quiso decir con “mayores recursos”.

Después que el doctor salió del cuarto, el Sr. Red parecía molesto y me pregunto, con su ahora familiar voz monótona, sin verme directamente, sino más bien fijando su mirada hacia la pared de la habitación:

“Luis ¿alguna vez has visto la película ‘Atrapado Sin Salida’ con Jack Nicholson?

Le respondí al Sr. Red que, no, nunca había visto, y comenzó a comparar su situación actual con aquella de los pacientes en la película, quienes recibían un cuidado desfavorable en el hospital que ocupaban. El Sr. Red continúo en explicar el resto de la película con detalle y note que, con ello, se volvió más relajado y tranquilo, volvió a ser el Sr. Red normal y gruñón que había conocido un día anterior. Me agradaba más este Sr. Red gruñón.

No estoy seguro de que le paso al Sr. Red, pero la próxima vez que regrese al hospital, el ya no estaba ahí. Meses después llego un paquete de correspondencia a mi nombre directo al hospital. La dirección del remitente: Iowa. Tenía emociones mixtas al tiempo que abría el sobre manila. Me emocionaba saber algo acerca del Sr. Red, pero también tenía miedo, sabiendo de su condición médica.

Siempre intento quedarme con lo positivo de cada experiencia. De mi experiencia con el Sr. Red en particular, me quedo con su actitud positiva y buen humor a pesar de la presencia de condiciones adversas, sin importar si este “buen humor” es evidente para otras personas o no. Era reconfortante el apoyo y amor incondicional que la Sra. Red tenia hacia su esposo, siendo cómplice de cada una de sus bromas. Finalmente, doy gracias por ser enfermero y por los vínculos que tenemos el privilegio de formar con pacientes y familias en tiempos de prueba.

El sobre que envió el Sr. Red contenía tres cosas: Una carta agradeciendo a algunos miembros del equipo de cuidado, misma a la que le tome fotocopias y envié a dichos compañeros, un cheque para “pizza y cerveza” que nunca cobre, y una película DVD llamada “Atrapado Sin Salida”.

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