En sus marcas, listos, fuera!

Septiembre 5, 2014 ($175mxn)

Tijuana – Punta San José (180 km)

Era temprano por la mañana, con el día soleado y la hora perfecta, con despedidas emotivas hacia mis seres queridos y música de inspiración se escuchaba en el fondo, montaba mi motocicleta de manera vistosa y conducía hacia el horizonte mientras mi familia agitaba sus manos de lado a lado despidiéndose de mí. Es así, más o menos, como imaginaba que comenzaría esta aventura de seis meses. Sin embargo, ese no fue el caso.

Una semana antes de partir, mi familia organizo una cena a la que acudieron muchos de mis amigos y fue entonces cuando me despedí de todos ellos. De esta manera, cuando llegara la fecha planeada, podría partir a primera hora… idealmente.

Todo el equipo que necesitaba había llegado a tiempo, mi motocicleta estaba en excelente forma, yo gozaba de gran salud y no dejaba pendientes atrás, excepto mis préstamos estudiantiles, claro, esos me seguirán por siempre. Pero, por alguna razón, no comencé a empacar todo sino hasta una noche antes del día de partida. Verán, lo que debí hacer, era empacarlo todo días antes, conducir para probar el acomodo, y hacer ajustes en base a ello, dejando el ensamblaje listo para solo tener que encender la motocicleta y andar cuando llegara la fecha. En lugar de ello, de manera entorpecida, buscaba acomodar todo perfectamente esa noche, como jugando tetris, en el equipaje Wolfman: comida en una alforja, ropa dentro de otra, equipo para acampar en la maleta superior, esenciales y documentos en mi mochila, artículos de uso frecuente en la bolsa del tanque de gasolina, y herramientas en la bolsa de guardafango.

La realidad es que nunca estuve totalmente listo para salir, a pesar de saber que quería hacerlo, que necesitaba hacerlo. Quizá era algo mental, no creer en la razón detrás de esta aventura, ‘que tal si esto’ o ‘que tal si aquello’. Naturaleza humana, temiendo y cuestionando lo desconocido, lo incierto. Quería este viaje porque solo pensaba en los momentos brillantes que me permitiría disfrutar. Quería viajar, quería andar en motocicleta, quería tener nulas preocupaciones. En contraste, muy dentro de mí, y con total reconocimiento, también sabía que necesitaba este trayecto. Necesitaba, no solo los momentos brillantes, sino también los momentos oscuros y sombríos que sin duda traería esta experiencia. Necesitaba comprobar, a nadie en particular salvo a mí mismo, que podía completar algo de tal magnitud. Supongo, que una forma de verlo es que necesitaba los puntos de experiencia.

A prisas, con un empacado pobre, con mi bolsa del tanque de gasolina colgando desde mi cuello (mala idea) por no hacer el tiempo de colocarla en su sitio correcto, tome una foto rápida como mi foto del día de salida, le dije ‘adiós’ por última vez a mi familia y me apure a la oficina de aduanas en Tijuana, México, donde Dominic y Tom ya me esperaban. Note como los ojos de mi madre se volvían húmedos cuando me vio partir, y mi hermano, que jamás ha sido una persona que demuestre su afecto, me dio un abrazo de despedida. Abrace a mi hermana y mis sobrinos, y con eso, este viaje oficialmente comenzaba.

Nunca volveria a ver el equipo asi de limpio. Nunca.

A la hora que me encontré con Tom y Dominic, ya era las 5pm. El objetivo para el Día 1 era llegar a Punta San José, Baja California, donde Dominic anticipaba buen surf la mañana siguiente. Era una distancia razonable a cubrir, pero dada la hora en que iniciamos el trayecto, nos vimos obligados a quebrantar una de las reglas que habíamos establecido: No conducir durante la noche. Era el primer día, conducir durante las horas de sol ni siquiera era lo normal aun y ya estábamos haciendo esta excepción de conducir en la oscuridad. De hecho, quebrantamos esa regla en más de una ocasión durante los meses venideros.

En momentos, mientras conduzco, me envuelvo en mis pensamientos, ensimismado. Mientras hacía esto en la carretera al sur de Tijuana, con el piloto automático encendido, comencé a asimilar el significado de lo que ocurría en ese preciso instante; estos eran los primeros kilómetros de ese viaje que planeamos y soñamos por tanto tiempo. Era un hecho, era una realidad, pero, por alguna razón, no se sentía especial, no se sentía real. Aún no. Al momento, recorríamos territorio previamente conocido en viajes anteriores, lo que bien podría ser la razón de la falta de impresión que sentía.

En la oscuridad, cerca de la media noche, salimos de la carretera principal y conducimos por un camino sin pavimentar que nos llevaría a Punta San José. De manera triunfante celebramos el final del primer día y chocamos las manos en lo alto. Instalamos el campamento y finalmente tuve el tiempo de descolgar la bolsa de tanque de mi cuello y colocarla en su debido lugar.

Aun reflexionando acerca de mis sentimientos en relación a mi preparación para este viaje, concluí, de manera emocionante, que esperaría las experiencias buenas, malas, y la muy malas, mismas que me traerían crecimiento personal. Sin importar cuantas preparaciones uno haga, la duda e incertidumbre pueden presentarse. En ese momento, es imperativo apagar el cerebro y lanzarse por ello. Ya sea que se trate de un extenso viaje en motocicleta o cualquier otra situación de vida, considero que aplica a un gran rango de circunstancias. Odiaría ser anciano y decir “jamás hice esto o aquello porque tenía miedo”.

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